Mi muela y yo
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, noviembre (www.cubanet.org) -
- ¿Tú crees que así se puede trabajar?
Indignada por la indigencia de su instrumental, la doctora me hace la pregunta apenas a 30 centímetros de mi rostro. Pero no puedo responderle. Estoy recostado sobre un sillón de la clínica estomatológica del municipio Los Palacios, en la provincia de Pinar del Río. Me cuesta trabajo mantener la cabeza fija. En donde debía estar la almohadilla del sillón sólo hay un cuadrilátero metálico en el que trato de acomodar la nuca sin sufrir una lesión.
Mientras la doctora trabaja en mi bicúspide número 25 debo concentrar toda la resistencia a la tortura en mi cara. Si me asiera fuertemente a los brazos del viejo sillón, éstos podrían desprenderse. Permanezco rígido, con la boca bien abierta y los músculos de la cara tensos como cuerdas de guitarra.
- Es mejor que cierres los ojos -me recomienda la doctora.
Como carece de fresa, que es la barrenita con que se horadan los dientes, la estomatóloga me ha arrancado el sellado anterior con un instrumento que parece un garfio. Estoy aterrado. ¿Qué pasa si la doctora comete un error de cálculo y tras el violento halón -en realidad son varios en una sesión- el garfio se clava en mi lengua o en el cielo de mi boca? Ya estoy viendo las estrellas porque aquí, digo en toda la Isla, no se anestesia a ningún paciente para hacerle el tratamiento al que me someto, denominado TPR.
La doctora termina de arrancarme todo el sellado y me manda a escupir. Debo ponerme de pie y caminar unos seis pasos hasta el lavamanos. El sillón carece de escupidera.
Ahora la doctora esgrime una jeringa e intenta introducir la aguja por el orificio del conducto de mi muela. Debía enjuagar éste -el conducto interno- con agua oxigenada, pero como no hay, utiliza suero fisiológico. La doctora lima el conducto y vuelve a enjuagarlo.
- Para confirmar cómo evoluciona tu conducto -dice- debíamos hacerte una radiografía. Pero lamentablemente no tenemos plaquitas.
Para preparar la amalgama con que ha de cubrir mi pieza otra vez, la doctora pide a su asistenta ciertas sustancias. Algunas no están disponibles en el consultorio. Pero mi buena doctora "inventa" un poquito de sigenol y al final me voy con la muela tapada.
Así ha sido durante los últimos seis meses, cada vez que se ha podido.
Tras vencer el duro reto que significa en Cuba moverse 20 kilómetros cada miércoles, desde mayo hasta octubre, he viajado de Herradura a Los Palacios para hacerme un tratamiento en la bicúspide número 25. La mayoría de las veces he perdido el viaje. Algunos días no ha habido electricidad; otros ha estado rota la turbina que bombea el agua. A veces se ha partido una manguerita.
Estaba obligado a viajar hasta Los Palacios porque la clínica de Herradura, que es el pueblito en que vivo, está virtualmente cerrada. Cuando no está roto el obturador, no hay amalgama. Cuando hay electricidad no hay agua. Cuando vienen las doctoras no hay anestesia.
Así, con muletas de palo, funciona Cuba, la pretendida potencia médica.
En cuanto a mi bicúspide que en realidad no estaba tal mal, en cualquier país dotado con clínicas estomatológicas eficientes hubiera salido positivamente del trance. Finalmente fue sentenciada a la extracción, debido a las irregularidades en el tratamiento, que degeneraron en un dolor invencible. Frustrado el tratamiento TPR de endodoncia, debí trasladarme a la ciudad capital de la provincia, donde tengo otras amistades en el giro de la estomatología. Finalmente aquí fue ejecutada la sanción y pude dar el último adiós a mi sufrida bicúspide.
Ahora, con mi sonrisa incompleta (la bicúpide número 25 en una de las "muelitas de la sonrisa") ya soy otra prueba de los logros alcanzados por la revolución en el campo de la salud pública.
Nada, que teniendo un poco de suerte (electricidad, agua,
jeringuilla, aguja, anestesia...) y un buen amigo en una clínica estomatológica,
por lo menos uno puede sacarse una muela. No por gusto somos una potencia
médica.
CAMPAÑA CUBANA POR LA LIBERTAD DE PRISIONEROS DE CONCIENCIA
http://www.payolibre.com/presos.htm
"Acuérdate de los presos como si tú
también lo estuvieras"
Hebreos 13-3